Venimos de la tierra y hacia ella regresamos, venimos de lo más profundo y oscuro de ella. Venimos de lo que le da sentido a nuestra luz: la oscuridad.
Nuestros antepasados experimentaban la realidad como una dualidad y aunque todo formara parte de lo mismo, la cosmovisión mexica se experimentaba en polaridades: hombre-mujer, luz-oscuridad, día-noche, vida-muerte. Para ellos la dualidad divina u Ometéotl, que proviene del náhuatl Ome= dos y téotl= divinidad, se hacía presente en todo lo existente.
Ometéotl es la energía suprema y creadora de todo lo que es y existe; por lo tanto es la energía que a sí misma se inventa. Los mexicas lo conocían también como: Moyocoyatzin ayac oquiyocux, ayac oquipic, que quiere decir que nadie lo formó, que tiene el poder de crearse a sí mismo y el que por su autoridad y voluntad lo hace todo. Mo-yocoya-tzin es palabra compuesta del verbo yocoya, que significa inventar o crear con el pensamiento; del sufijo reverencial -tzin, que se relaciona a “Señor mío u adorado” y del prefijo mo, que significa a sí mismo. Reuniendo estos elementos, encontramos que Mo-yocoya-tzin significa: “Señor que a sí mismo se piensa o se inventa.”
La dualidad está presente en todo lo existente. Los opuestos se atraen y el todo, paradójicamente, se construye por el complemento que existe en sus contrarios. Partiendo de esta filosofía y cosmovisión mexica y entendiendo el origen y significado de la energía suprema creadora para nuestros antepasados: la divinidad dual; conocer lo que le da sentido a nuestra luz, es decir, su opuesto: la oscuridad, le da un sentido completo a nuestra existencia.
Las características y atributos que no admitimos, y por siguiente negamos en nosotros mismos habitan en nuestro inconsciente y es ahí donde se forma la parte oscura de nuestra personalidad; Carl Gustav Jung, psicólogo suizo, la llamó: la sombra. La sombra para Jung, contiene las características más primitivas y rechazadas que por motivos sociales, culturales, familiares y morales, nos resistimos a conocer y por consiguiente a aceptar. El conocimiento de la propia sombra, es un proceso profundo y doloroso, pero a su vez resulta ser un proceso de autoconocimiento muy valioso. Saber de dónde vienen nuestros más profundos dolores, nos permite transformarlos, dando luz a todo aquello que almacenamos, reprimimos y guardamos.
La mejor manera de integrar las partes opuestas que nos habitan, es buscar conocer la propia oscuridad y al aceptar su existencia podemos descubrir las cualidades que encierra. Reconocer la oscuridad que nos habita y de la cual hemos venido y nos ha construido; identificar la energía y poder de Ometéotl que vive en nosotros y con ese conocimiento y poder, aceptarnos como seres duales y completos, seres capaces de crear realidades con nuestros pensamientos.